Yo solo quiero tener un trabajo y una oportunidad para mis hijos

“Llegué a Guatemala en plena pandemia, un conocido ofreció que podía conseguirme un trabajo, viajé con mis hijos y nunca apareció. Ahora estaba en un país desconocido, sin dinero ni donde pasar la noche”

Para 2018 la situación en Nicaragua se hizo insostenible, yo trabajaba en una textilera cuando empezaron las marchas contra el gobierno y la represión. Uno no sabía si iba a regresar a su casa, cerraban las calles, era como una guerra. Hasta que un día de camino al trabajo me apuntaron con un arma, dijeron que ya no se podía salir.

Los niños seguían yendo a las escuelas y sin permiso de los padres los sacaban a las calles a apoyar al gobierno.  Supe que tenía que salir de Nicaragua cuando mi hija me dijo:

“Mami, tenemos que ir nuevamente a las marchas. La vez pasada nos llevaron y la policía se agarró con estudiantes de la universidad y nosotros estábamos ahí”

En ese momento les dije que no volverían a ir al colegio y me fui a Costa Rica, no los pude llevar conmigo porque no tenía pasaporte, pero a los dos meses regresé por ellos.

En Costa Rica solicitamos refugio, yo tenía un trabajo y en cuanto mis hijos llegaron, empezaron a estudiar, todo iba bien, pero llegó la pandemia. Me quedé sin trabajo y no pude seguir pagando la casa en donde vivíamos, pasábamos las noches en casa de algunos vecinos o amigos y supe que tendría que empezar de nuevo.

Un amigo que estaba en Guatemala me dijo que aquí si había trabajo y él podía ayudarme. En Nicaragua nos venden que en Guatemala no se puede vivir por la delincuencia, era lo único que yo sabia del país, pero decidí venir a buscar una oportunidad.

Eran aproximadamente las cinco de la tarde, llegué al punto de reunión, pero él nunca apareció. Estaba en la calle con maletas y mis dos hijos, recuerdo que los abrace y llorando trate de explicarles que no sabía donde pasaríamos la noche.

Como un milagro, una señora me escuchó y me ofreció pasar la noche en un cuarto que tenía desocupado, conseguí un trabajo y puede pagar un alquiler, pero la empresa cerró y se hace difícil encontrar uno nuevo.

Lo primero que me dicen es “por ser extranjera”, no tengo identificación y no me aceptan el pasaporte. Los niños perdieron un año de clases, me pedían los certificados de Costa Rica apostillados, no los querían recibir en ningún lado y tuve que ponerlos a estudiar en un colegio de paga.

Hace unos meses inicie la petición de refugio y en ACNUR (La Agencia de la Naciones Unidas para los Refugiados) me contactaron con la Pastoral de Movilidad Humana, ellos me ayudaron con una psicóloga para los niños, pues ellos me pedían que nos fuéramos de aquí, porque no podían estudiar.

También nos han ayudado con camas, una cocina y víveres. Fueron los primeros en apoyarme. Yo no me puedo quejar de las personas, he encontrado con personas muy buenas, pero Guatemala es muy difícil. Todavía no tengo una respuesta sobre el refugio, solo me mandan una prórroga y no tengo certeza que lo que va a pasar.

Hay momentos en los que pienso que mi única opción es volver a Nicaragua, pero allá no tengo nada, todo lo que tuve, lo perdí. Yo solo quiero tener un trabajo, no vivir una vida de lujos, que ellos puedan estudiar y hacer con sus vidas lo que deseen. Ahora que se han establecido, nos queremos quedar acá.