“Salimos de Caracas,

hace dos meses”

“Somos nueve y logramos juntar Q.10” Nohemí y su grupo integrado por esposo, hijos, sobrinos y amigos, están varados en el municipio de Esquipulas, llegaron la noche anterior a la Casa del Migrante San José, ubicada a 12 kilómetros de “Agua Caliente” una de las fronteras que divide Guatemala y Honduras.

Su meta es “cruzar” Guatemala, México y llegar a Estados Unidos.

– ¿En cuánto tiempo llegamos a la ciudad? Pregunta su hijo de 15 años.

– En cuatro o cinco horas, responde alguien al fondo.

Deben recorrer 480 km para llegar a la frontera de Tecún Umán, colindante con la ciudad de Tapachula, México. Para llegar, deberán atravesar numerosos puestos de control donde se les exigirá un soborno a cambio de no ser retornados a la frontera.

“La policía cree que somos turistas millonarios” expresa otro migrante que se ha unido a la plática, mientras denuncia los cobros ilegales a los que los someten. “Tu avanzas 10 km y te sacan plata, vas de $10 en $10”.

A este punto la mayoría ya no cuenta con recursos para continuar su viaje. La Casa del Migrante les ofrece albergue, alimentos, atención médica, psicológica y orientación migratoria. Durante su travesía en Guatemala pueden hacer una parada en la Ciudad Capital y otra en Tecun Umán, en cada lugar la Pastoral de Movilidad Humana ha acondicionado un espacio para atenderles.

Si deciden ir en un bus directo, Nohemí y su familia necesitan Q. 1,440.00 para llegar a la Ciudad, por desafiante que parezca, se mantienen positivos “Guatemala no es tan grande, podríamos cruzarla en un día”. Llevan dos meses viajando.

“Salimos de Caracas (Venezuela) hace dos meses”, expresa Nohemí, el relato siguiente pareciera quitarle el aliento, cada palabra responde a un recuerdo guardado fielmente en su memoria.

“Con él (su esposo) nos fuimos primero a Perú, porque el chiquito se nos escapó. En un mes ya había logrado trabajo y pagar un cuarto, pero lo fuimos a traer”. El paso de país en país en el sur parece no haber presentado mayores complicaciones.

“Lo duro es cruzar la selva, nos hicimos cinco días” se refiere al Tapón del Darién, una región de 575 mil hectáreas entre Colombia y Panamá; “Ahí entran grupos de 200 y salen 150, la gente se queda en el camino y nadie dice nada” continúa.

“Yo crucé por La Llorona, vi como el rio de llevaba a una bebé de unos haitianos, ellos la llevaban asegurada, pero, la corriente era muy fuerte. Apenas logramos mantener el equilibrio”. Sus demás familiares, cruzaron por “Banderas”, otro trayecto igual de peligroso.

Ambos se caracterizan por zonas montañosas, ríos, maleza, prácticamente en ninguno de los dos hay camino. “El fango nos llegaba hasta las rodillas, era casi imposible avanzar, mientras subíamos veíamos los cuerpos de quienes no lo habían logrado”.