Reducir riesgos y empoderar a las
mujeres en áreas rurales vulnerables de Guatemala
En el Corredor Seco de Centroamérica –un paisaje árido que se extiende a lo largo de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala– más de 10 millones de personas están aprendiendo a hacer frente a sequías que a veces duran años. “En 2022 llovió”, dijo Rumualda Real Pacheco, quien vive en la comunidad de Pacán del municipio de Sacapulas en el Altiplano Occidental de Guatemala. “El año pasado no llovió. Este año todavía no ha llovido”.
A principios de abril, Pacheco convocó una reunión de COLRED, uno de los 10 consejos locales para la reducción de riesgos creados en Sacapulas a través de un proyecto CARE llamado Comunidades preparadas para la respuesta a desastres en áreas rurales vulnerables, financiado por Margaret A. Cargill Philanthropies. En Pacán, todos los miembros de COLRED son mujeres. Como agricultoras, esposas y madres, no tenían experiencia en preparación para desastres antes de unirse al grupo. Pero dieron un paso adelante cuando surgió la oportunidad, entrenándose y fortaleciendo su capacidad para protegerse a sí mismas y a sus comunidades de los efectos devastadores del cambio climático, que van desde incendios forestales y deslizamientos de tierra hasta inseguridad alimentaria a largo plazo.
Ahora, no están simplemente esperando a que ocurra el próximo desastre. Se están preparando.
“CARE nos ayudó a organizarnos”, dijo Pacheco. “Ahora somos importantes en la comunidad. También somos importantes en el municipio de Sacapulas. Nos sentimos vistas. Nos sentimos preparadas. Tenemos conocimiento y estamos capacitadas. Estamos preparadas para un desastre. Esperamos que Dios no permita que esto suceda, pero si sucede, estamos listas”.
Durante los últimos tres años, CARE ha trabajado en 60 comunidades similares en seis municipios de tres departamentos, con el objetivo de llegar a las personas más vulnerables de Guatemala. Debido a que el cambio climático es complejo y está en constante evolución, CARE continúa desarrollando nuevos enfoques que implican no solo anticipar y abordar los desastres naturales, sino también reducir la exposición de las comunidades a los peligros y diversificar la forma en que se gestionan la tierra, el agua y los ecosistemas.
Cuatro de los ocho miembros del grupo COLRED de Pacán ha participado de capacitación de liderazgo en Sacapulas y coordinan actividades periódicamente con la Coordinadora Municipal para la Reducción del Riesgo de Desastres (COMRED) y el consejo nacional (CONRED). A través de esta cadena de mando, el grupo COLRED tiene acceso inmediato a información y recursos, incluida la ayuda humanitaria, según sea necesario.
Una dirección recién creada para la reducción de riesgos a nivel municipal, con su propio presupuesto designado, continuará trabajando con los 10 comités locales ahora que el proyecto de CARE ha finalizado.
Al principio, CARE brindó capacitación sobre gestión de riesgos, primeros auxilios, liderazgo y derechos básicos. “Aprendimos que no solo los hombres tienen derechos”, dijo Pacheco. El proyecto también proporcionó herramientas como palas, machetes, bombas de agua, cascos, linternas, carretillas y un botiquín de primeros auxilios. En caso de incendio u otro desastre. Martha Real Lux, oficial de seguridad e información de COLRED, golpea una campana con una varilla de metal para alertar a la comunidad. “En el futuro, nos gustaría establecer un sistema de alerta temprana más formal, donde podamos tener bases meteorológicas para monitorear el tiempo”, dijo Lux.
En una de sus primeras tareas, los miembros de COLRED crearon un mapa detallado de su comunidad, incluyendo carreteras, áreas de riesgo, recursos hídricos, puntos de encuentro y un censo de los 70 hogares, teniendo en cuenta el género, la edad, las discapacidades y las enfermedades crónicas.
“Cuando hay una emergencia, necesitamos saber si alguien padece una enfermedad crónica o una discapacidad”, dijo Pacheco. “Sabremos qué ayuda brindar para no excluir a nadie”.
En Pacán, la escuela fue designada espacio comunitario seguro y refugio de emergencia. Pero durante el ejercicio de mapeo, quedó claro que el edificio necesitaba reparaciones y mejoras para poder ser un refugio.
“Esta escuela no tenía cocina, así que construimos una en caso de que necesitemos usar el edificio como refugio de emergencia”, “Necesitábamos una cocina para preparar la comida”, dijo Pacheco.
CARE suministró todos los materiales de construcción, incluyendo el cemento, barras de hierro para las ventanas y láminas de metal para el techo. La comunidad contribuyó con arena, piedrín y la mano de obra. En una semana se construyó la cocina. Ahora se utiliza para preparar las comidas diarias de los escolares.
“La comunidad está muy contenta”, dijo Pacheco. “Fue una situación en la que todos salieron ganando”.
Como beneficio adicional, varias mujeres del grupo COLRED han expresado interés en iniciar una empresa comunitaria horneando pan para no tener que viajar a Sacapulas a comprar pan para sus familias. “Queremos aprender más”, dijo una mujer. “Queremos aprender a cocinar pan o pasteles. Queremos ser emprendedoras. Queremos empezar un nuevo emprendimiento para poder tener un ingreso extra para la comunidad, para nuestros hijos”.
La inseguridad alimentaria, un aspecto insidioso del cambio climático, es una amenaza muy real en las empinadas colinas de Pacán. La mayoría de las mujeres del grupo COLRED han perdido sus cultivos debido a sequías o incendios forestales relacionados durante los últimos tres años. El proyecto introdujo varias innovaciones, incluyendo el uso de bolas de hidrogel para almacenar agua y liberarla lentamente sobre cultivos cruciales de frijol y maíz.
A través del proyecto de CARE, los miembros del grupo COLRED recibieron una variedad de semillas (pepinos, rábanos, calabazas, apio, cebollas, lechugas, acelgas) junto con herramientas para plantar huertos.
“Los huertos familiares son un mecanismo importante para la supervivencia”, dijo Johanna Pérez, especialista en gestión de riesgos de CARE Guatemala. “Los miembros cosechan sus propios alimentos y venden el excedente”.
Durante tres años, los huertos han tenido un impacto significativo en la reducción de las tasas de desnutrición crónica y aguda entre los niños.
“Estos huertos han fortalecido a las familias”, dijo Pacheco. “Hay un cambio evidente. Plantamos las calabazas e hicimos una sopa. Plantamos rábanos, remolachas y lechugas y preparamos ensaladas. Si tenemos excedente, podemos venderlo, comprar huevos y mejorar la alimentación de nuestros propios hijos”.
Para Pacheco, el huerto se ha convertido en una metáfora de cambios más amplios que imagina para su comunidad.
“Tenemos que tener paciencia y las cosas llegarán”, afirmó. “No todo va a pasar de un día para otro. Hay que plantar las semillas, tener paciencia y esperar a que llegue la cosecha. Encontraremos una manera”
La capacitación en liderazgo, junto con interacciones periódicas con autoridades municipales y nacionales, ha empoderado a este grupo de mujeres. “Tienen capacidades desarrolladas”, dijo Pérez de CARE. “También se han convertido en líderes de sus comunidades. Y ahora queremos involucrar a más hombres para que puedan trabajar juntos”.
La renuencia inicial de los hombres a adoptar la reducción del riesgo de desastres casi ha desaparecido, ya que han visto mejoras en la escuela, en la salud de sus hijos y en sus propias vidas.
“Al principio los hombres no me veían como una mujer líder”, dijo Pacheco. “Pensaron que quería controlarlos. Pero simplemente dije: “Quiero mejorar las cosas para los niños. Todos estuvieron de acuerdo en que no deberíamos dejar pasar esta oportunidad”
“Es para nuestro futuro. No estaremos aquí para siempre. Y los más jóvenes que vienen detrás de nosotros necesitan estar bien”.