Luchando por la próxima generación

de comadronas

En una familia con cinco generaciones de comadronas en Nebaj, Catarina era reacia a aceptar la vocación. “Vi cómo mi madre tenía que salir de madrugada para atender un parto”, cuenta. “Soy la sexta de nueve hermanos, y mi madre nos dejaba durante mucho tiempo. Mi padre no me apoyaba, así que nos quedábamos solos. Yo no quería hacerles eso a mis hijos”.

Pero Catarina se casó con un hombre comprensivo, que no sólo la ayuda a cuidar de sus cuatro hijos, sino que a menudo la lleva en su moto cuando tiene que hacer visitas nocturnas a domicilios lejanos. De hecho, fue el padre de su marido -un raro preparador masculino para partos- quien finalmente la convenció para que se convirtiera en matrona.

“Me dijo: ‘Tienes el don'”, recuerda. Me convenció de que era un don de Dios que no podía negar”. Ahora, con Nim Alaxik, me siento mejor”. En este círculo de comadronas, nos apoyamos mutuamente”.

Durante años, Catarina prestó servicios limitados de comadrona, como masajes estomacales para aliviar los dolores del embarazo y evaluar el crecimiento de los bebés, asesoramiento nutricional y baños de vapor tradicionales (temazcal), pero sin llegar al parto propiamente dicho. Pero en enero de 2024 asistió a su primer parto. “Me llené de valor al ver a una mujer traer un bebé al mundo”, dice. “Mi autoestima aumentó cuando me di cuenta de lo que somos capaces de hacer”.

La conexión entre una mujer embarazada y su comadrona empieza pronto y se construye poco a poco, dice Catarina. Y ahora, gracias a los esfuerzos de formación y promoción, las matronas son cada vez más respetadas no sólo en sus comunidades sino también en los centros sanitarios, donde son un eslabón vital para facilitar el acceso a las mujeres indígenas y otras personas marginadas.

“Históricamente, los médicos no valoraban el trabajo de las matronas”, afirma.”Mi abuela y otras comadronas siempre fueron rechazadas por los centros de salud, pero siguieron luchando y ofreciendo sus servicios a la gente.Las cosas han empezado a cambiar gracias a personas como mi abuela que luchan contra la discriminación.

“Espero que la próxima generación de matronas -mis hijos y los hijos de mis colegas- sea reconocida y respetada. … Nosotras aportamos mucho. Controlamos la salud de las embarazadas en sus casas. Los médicos sólo esperan a sus pacientes en su consulta. No tenemos instrumentos como la ecografía, pero podemos sentir la posición del bebé. Si hay algún problema, podemos remitir a la paciente al médico”.

 

Como muchas comadronas, Catarina confía en la medicina homeopática -gel de aloe, bálsamo de tabaco, té de menta- elaborada con plantas cultivadas en su patio, junto a una calle estrecha y concurrida de Nebaj. Dispone de una sala de exploración exclusiva para sus pacientes, en un rincón fresco protegido de la luz solar directa.

“Nuestro mayor reto como comadronas es ayudar a personas que se encuentran a grandes distancias”, afirma. “Algunos pueblos están a cinco o seis horas de Nebaj. Si llueve o no tenemos electricidad, tenemos que ir usando sólo la luz del móvil. Pero es un trabajo importante, y animo a todas las comadronas a seguir apoyando a quienes nos necesitan: nuestras hijas, nuestras hermanas, nuestra gente.”

Jacinta, la madre de Catarina, ya ha cumplido los 80 y sigue ejerciendo de comadrona. Su única concesión a la edad es que ya no hace visitas a domicilio.