Aprendí que la violencia no es

normal y que no debo aceptarla

Gabriela Chanchavac, conocida cariñosamente como “Gaby”, ha transformado los desafíos de su vida en una oportunidad para crecer y empoderar a otras mujeres. Hoy, Gaby lidera su propio negocio de elaboración de canastas, un arte que aprendió de su madre y que ha llevado a diversos mercados.

“Este arte me lo heredó mi mamá”, comenta con orgullo mientras muestra una de sus piezas más recientes. “Gracias a ella, hoy soy una emprendedora exitosa”.

Sin embargo, el camino no ha sido fácil. Durante la pandemia de COVID-19, Gaby tuvo que pausar su negocio, lo que afectó gravemente los ingresos para ella, su madre y su hija de 10 años. “La situación estaba dura para todos, y no digamos para nosotras las emprendedoras”, recuerda. Gabriela enfrentaba no solo las presiones económicas, sino también el impacto emocional de estas circunstancias.

Fue a través de una vecina que conoció a IEPADES, donde recibió apoyo integral para enfrentar la violencia de género y el impacto de la crisis económica. Posteriormente, se integró al proyecto “Mujeres Tejiendo Vidas Libres de Violencia”, donde fue seleccionada para el programa de transferencias monetarias.

Para Gaby, el impacto del proyecto no se limita al apoyo financiero. Los talleres y capacitaciones transformaron su forma de verse a sí misma. “Antes no me atrevía a soñar en grande, pero ahora sé que puedo lograrlo. Este proyecto me enseñó que la violencia no es normal y que no debo aceptarla”.

Con la transferencia monetaria, Gaby pudo reinvertir en su negocio. “Compré mejores materiales y amplié mi capacidad de producción”, explica. Con los ingresos que ahora genera puede asegurar el bienestar de su familia y participar en ferias de emprendimiento donde ha encontrado nuevos mercados.

El éxito de su negocio le ha permitido ayudar a otras mujeres de su comunidad. “Yo les enseño cómo elaborar las canastas, les proporciono los materiales y les pago por su trabajo. Es mi forma de devolver lo que este proyecto me ha dado”, comenta con satisfacción.

Gaby sueña con seguir creciendo. Aspira a tener un espacio más amplio y adecuado para su negocio, donde los clientes puedan ver sus creaciones. Mientras tanto, continúa vendiendo a través de redes sociales y ferias locales. “Mi sueño es capacitar a más mujeres y brindarles esa mano que a mí tanto me ayudó”, afirma.

Con cada canasta que crea, Gabriela genera ingresos y esperanza. “Quiero que más mujeres como yo descubran que tienen la fuerza y el valor para cambiar sus vidas”, concluye con una sonrisa.