Ser comadrona
es un don
Mi nombre es Donata Martina Zapeta Tzul, tengo 46 años, soy una mujer maya k´iche ´y soy comadrona.
Mi abuela era comadrona, ella me dijo que yo iba a tomar su lugar cuando ya no estuviera, ya que este don se heredaba. Ella me regaló un muñequito bien bonito con el que aprendí como se debe envolver a los bebés, y cuando su salud ya no le permitió seguir trabajando de comadrona, también me dio todo su material de trabajo.
Llevo 22 años haciendo labores de comadrona, la primera vez que una familia solicitó mis servicios, fue cuando yo apenas estaba empezando con las capacitaciones, al principio yo no quería atenderla porque no me sentía lista, pero entonces la familia insistió y yo logré el parto, y así empezó mi camino como comadrona.
Este camino me ha traído muchas satisfacciones, pero también muchas luchas. El papá de mis hijos no estaba de acuerdo con que yo fuese comadrona, porque es una labor muy dura, muy sacrificada, por lo que tuve que tomar una decisión, y decidí continuar en este duro camino, aunque esto significó finalizar mi relación, pero también pude seguir mi don.
La gente me pregunta que por qué me gustan tanto los bebés, y es porque es mi trabajo y quiero traer muchos bebés al mundo, que sean mis manos las que permitan que ellos nazcan y nazcan bien. Para mi ser una comadrona es ser una mujer protagonista en su comunidad, en su trabajo, en la familia, es ejercer un trabajo muy importante.
Saber que somos importantes, me llevó a conocer al Movimiento Nacional de Comadronas Nim Alaxik, y me interesé tanto que hace un año me convertí en la representante del Movimiento a nivel de Totonicapán. Me gusta ser parte de este movimiento porque por mucho tiempo hemos estado abandonadas, el Ministerio nos tiene excluidas y apartadas y como parte de Nim Alaxik defendemos a todas las comadronas, luchamos por un trato digno, respeto y autonomía de poder atender a las pacientes.
Fue por Nim Alaxik que CARE me contactó y planificamos los talleres. En estos talleres aprendimos sobre la vacunación, las primeras vacunas que tienen que ponerse los bebés, pero también sobre la vacuna de las mujeres embarazadas y sobre la vacuna del COVID-19. Esto fue muy importante, porque nosotras las comadronas fuimos unas de las primeras en vacunarnos en nuestras comunidades y entonces una vez vacunadas nosotras, fuimos las que guiamos a nuestras pacientes y a sus familias a que se vacunaran y ellos aceptaron porque confiaron en nosotras.
Nosotras curamos con nuestras medicinas naturales, brindamos atención prenatal y consejería y los pacientes confían en nosotros porque nosotros les hablamos en nuestro idioma k´iche´lo que no hacen en los centros de salud y en los hospitales. Hasta el momento he atendido cerca de 480 partos y referido a cientos más al hospital cuando tienen algún signo de peligro que los hace casos complicados.
El Ministerio de salud no nos da nada para atender los partos, y después de estos talleres nosotras recibimos nuestro kit, con tijeras, pinzas, guantes, toallas, cinta de castilla, linterna, y de muchas otras cosas que nosotros necesitamos, pero nos es difícil conseguir. También aprendí a tomar la presión, a saber qué significa tener presión alta y cuando referir a las pacientes por esto, también aprendí a usar el aparato para oír el corazón del bebé, y esto ha hecho que las pacientes se emocionen y lloren de felicidad, les permite saber que su bebé está bien, que su corazón late y late bien. Gracias a estos insumos podremos continuar nuestro trabajo. Y gracias a los talleres podemos seguir aprendiendo, seguirnos cultivando, y seguir luchando.